El presidente de Francia encontró un alto en las calles. La aplicación de sus políticas de ajuste neoliberal generaron una reacción impensada por muchos. Aumentos de tarifas, pérdida de poder adquisitivo, disminución de ayudas sociales, protestas e infiltrados que justifican la represión, sintetizan un momento histórico.
Más de 700 personas fueron detenidas este sábado en París en el cuarto fin de semana consecutivo de movilizaciones del movimiento de “Gilets Jaunes” -Chalecos amarillos- en protestas por el alza de combustibles dispuesto por el gobierno del presidente Emmanuel Macron. La policía reprimió a los manifestantes con gases lacrimógenos y carros hidrantes.
Las protestas de los chalecos amarillos comenzaron el 17 de noviembre el alza en el precio de los combustibles, pero rápidamente se extendieron a otros temas como los nuevos impuestos y la disminución del poder de compra. Además, se suceden en todo el terrirorio francés, incuídos territorios de ultramar como la isla Reunión.
El martes pasado, el primer ministro galo anunció la suspensión de la subida de las tasas sobre los combustibles, que debía aplicarse a partir del 1 de enero de 2019, por un plazo de seis meses. Además, aseguró que las tarifas de electricidad y gas tampoco aumentarán durante el invierno próximo. Al día siguiente, el ministro de Transición Ecológica, François de Rugy, declaró que el incremento de los impuestos queda anulado para todo el año 2019. Sin embargo, las protestas no cesan.
Ante una rebelión que no supo manejar a tiempo, el liberalismo parlamentario recurrió a la represión maciza para salvar su modelo de ajustes, aumentos, desempleo y cargas fiscales sobre las clases medias y populares.
Las dos otras reformas de peso que estaban en la carpeta presidencial constituyen dos bombas de tiempo: la reforma del sistema de pensiones y la protección social. ¿Podrá Macron llevarlas adelante en este contexto?